El Tío, la alegría (Por Darío Pignata)

Me tocó pisar por primera vez la redacción del Diario El Litoral allá por julio de 1990. El diario estaba en un Boulevard y 25 de Mayo. En ese entonces, por idea de Enrique Cruz (h), llegamos un par de pibes sin experiencias a darle forma a «El Matutino», título que no necesita aclarar que arrancaba un emprendimiento de la mano del histórico vespertino.

Hace 30 años, era todo nuevo. De más está decir que «el Tío Mendoza» ya estaba. Yo creo que, en realidad, ya estaba desde antes que naciera El Litoral. A los meses creo que me enteré que su nombre era Marcelo y que había sido árbitro de básquetbol.

El apodo («Tío») le ganó por goleada al nombre (Marcelo) y la increíble persona que es Marcelo Mendoza lo cagó a triples al periodista. Cuando se usa la frase hecha de «tal persona no tiene maldad», algo complejo en este mundo loco, ésa frase define al «Tío» Mendoza. Tiene bondad para regalar, le sobra. Lo hizo en esta selva y lo hace en la vida con sus seres queridos.

Con apenas 19 años, me tiraron a la cancha en El Litoral. ¿Cómo colocar la hoja A4 blanca en una Olivetti?…lo llamaba al «Tío». ¿Cómo calcular 3.000 caracteres?…lo llamaba al «Tío». Luego, llegaron unas computadoras tipo OVNI, con un diskette negro, cuya prohibición era un botón rojo que decía «Delete»…¿cómo se graba?….lo llamaba al Tío. Venías de la cancha y había que ir con los fotógrafos a marcar las fotos en la sala «infrarroja»…si algo fallaba lo llamaba al «Tío»…»Hay que pedir radiofoto a tal diario porque Colón juega en Chaco o Unión en Tucumán»…¿Cómo lo hago?…lo llamo al «Tío».

Hasta que llegaron los primeros viajes: reservar hotel, sacar pasajes, pedir viáticos. Siempre te lo solucionaba el «Tío» Mendoza. Era el segundo padre, el del día a día en el diario y no es un juego de palabras. Cualquier problema tenía solución para Deportes si es que estaba el «Tío» Mendoza.

El viejo bar/café «La Calandra» en el mismo viejo diario era el ámbito ideal para todas las bromas: cuando el «Tio» se levantaba a atender el teléfono, le llenábamos el cortado de azúcar. Un día, ya con su diabetes a cuesta, casi lo matamos. La broma quedó archivada, el azúcar prohibido. Las anécdotas con el «Tío» Mendoza en cada cena de la sección Deportes o en las tradicionales cenas de despedida de año son imperdibles, risueñas, únicas e inolvidables.

Con la jubilación del «Tío» Mendoza se va el último de los mohicanos de la Sección Deportes y uno de los últimos en la Redacción del diario El Litoral. «He vivido para ver al último guerrero de la sabia raza de los mohicanos». Arrancamos con la Olivetti y terminamos con un Live en redes, web y Podcast.

Cuando nos vinimos de Boulevard y 25 sentí que moríamos un poco. Es cierto, respiramos igual. Ahora, con la pérdida por elección (el «Tío» se jubila) y no por el maldito destino como otros faros que tuvimos («Cacho» Roteta, el «Sordo» Romano, el «Negro» Godoy, «Chiquito» Gudiño o el Dani Monticelli), perdemos algo que nadie valora: LA ALEGRÍA. Eso fue para mí el «Tío» Mendoza. Nunca cara de orto, siempre pensando en positivo.

Hace poco, al «Tío» lo noqueó la muerte de su madre. Ahora, a nosotros nos mata su chau, adiós, hasta luego o como sea. No nos dio tiempo de pedir minuto, como en su querido básquetbol. Este viaje del periodismo se hizo mucho más lindo, divertido y feliz por tener todos los días en la redacción de El Litoral a un tipo sin maldad como el «Tío» Mendoza.

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